16.9.05

El anestesiante Maeso

El anestesista Juan Maeso es un señor que no cambia de argumentos, ni de careto, ni de traje, a lo largo de las sesiones del juicio iniciado contra él en la sección segunda de la Audiencia de Valencia. Se le acusa de contagiar la hepatitis C a 276 pacientes, en cuatro hospitales, entre los años 1988 y 1998.
Un hombre que asegura que podía trabajar durante 144 horas seguidas, sin parar, o que llegó a realizar 30.000 anestesias en los años 70 "actuando con celeridad, que no con aceleración" merece, cuanto menos, el beneficio de la duda. Un beneficio que repercutiría directamente en sus formas de trabajar y, ante todo, en su fiabilidad como profesional sanitario. Trabajar en un quirófano, se me antoja, no es como expedir salchichas tras el mostrador de una carnecería en cualquier barrio de cualquier ciudad o pueblo.
Maeso operaba a destajo en el sector privado y lo hacía, como suele ocurrir en estos casos, por la pasta. Todo por la pasta. Cobraba guardias en el hospital de La Fe, de carácter público, mientras intervenía a enfermos en centros privados. De ahí que para él no existieran horas y que, como decía al tribunal, las aguantara todas con o sin café. ¡Faltaría más! Llegaba a realizar una media de tres operaciones al día, es decir, de 1.000 a 2.000 al año lo que, dada su vida laboral supondría unas 30.000. Salen los números.
La Justicia ha tardado siete años en instruir la causa. Más de 50.000 folios, encuadernados en 39 tomos. Unos 600 testigos citados. 171 abogados como acusación particular. Todo para pedir 2.214 años de cárcel para el ínclito Maeso, el anestesiante, e indemnizaciones por importe de casi 29 millones de euros para 276 afectados de los que 4 ya no lo contarán.

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