Una señora viaja en el tren Talgo que cubre el trayecto Montpellier-Cartagena. Al llegar a Valencia baja parte del pasaje que viaja en su mismo coche. Cuando se dispone a coger sus dos maletas para descender en Xátiva observa, sorprendida, que no están en el estante dispuesto en la parte de entrada al vagón. Otro pasajero le asegura haber visto bajar del tren a otra mujer con sus bultos. La supuesta afrentada no da crédito, asegurando que llevaba cosas de alto precio en su equipaje. Empieza a maldecir a la supuesta ladrona. Arranca el tren. Va la señora en busca del revisor o de alguien de seguridad del Talgo. Vuelve con un hombre uniformado. Éste, a través de un teléfono móvil, contacta con un compañero de la estación de Valencia.
Hay aquí dos señoras mayores que se lamentan de haber cambiado involuntariamente su equipaje con otras dos maletas que no son suyas, le dice el ferroviario desde la terminal valenciana.
El revisor del Talgo se lo explica a la agraviada. Parece que ésta lo entiende. Le ofrece intercambiar las maletas en Xátiva enviándoselas en un mercancías. Bueno, piensa ella. Y, ante la mirada de los demás ocupantes del coche, se traga el sapo.
29.6.05
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