Fernando Alonso es un gran corredor de Fórmula-1 y, espero, se coronará próximamente como el primer español que alcanza un campeonato del mundo de la máxima categoría del automovilismo. Esta misma semana resultaba galardonado con el Premio "Príncipe de Asturias" en su especialidad, un reconocimiento que ha levantado opiniones encontradas en los mass media. Vaya por delante que yo soy de los que cree que los miembros del jurado se han adelantado demasiado a la hora de conceder tamaña distinción al asturiano. Y lo argumento.
Fernando Alonso está haciendo que mucha gente que nunca se interesó por el deporte de las cuatro ruedas lo haga ahora. También es verdad que a sus 24 años puede batir un nuevo record: ser el campeón de F-1 más joven de la historia superando al mítico Emerson Fitipaldi. Pero con todo eso, y mucho más, Alonso es un deportista al que todavía le queda, espero, mucho camino por recorrer y seguro que, pasados unos años, atesorará un vasto bagaje que le hará acreedor de cualquier título. Pero conceder un premio que, salvando las distancias, pretende aproximarse en prestigio a los Nobel a un hombre de menos de un cuarto de siglo de edad y cuyo principal reto está todavía por conseguir, me parece un exceso desproporcionado. Máxime cuando en otras candidaturas se integraban bestias consagradas del deporte como Alfredo Di Stéfano, Pelé o Maradona.
E insisto: espero brindar, junto a muchos españoles, por el triunfo de Fernando -este domingo o más adelante- como campeonísimo mundial. Y lo recuerdo: en un deporte de equipo, de mucho equipo -en éste caso Renault-, donde si hay un buen piloto que no tiene coche no hay nada que hacer; y si hay un buen monoplaza pero el piloto no está a la altura, la cosa resulta aún peor.
9.9.05
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