Yecla, tierra de escritores, de hombres de letras. Azorín, presente en su espíritu. Castillo-Puche, en el recuerdo perenne. Estoy alojado en el Hotel Avenida, el mismo en el que se instalaba el autor de Con la muerte al hombro cuando venía a su pueblo en fechas como éstas: la conmemoración de la Virgen del Castillo, jornadas donde la pólvora cobra tintes de eminencia.
Un camarero del restaurant me indica cual era la mesa que ocupaba cuando comía allí, junto a su esposa. Siempre la misma mesa. "El periodista fue devorado por la literatura", dijo Castillo-Puche refiriéndose a su paisano Azorín.
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