A los más altos responsables políticos de nuestro país les cuesta Dios y ayuda personarse en el lugar donde se ha producido una tragedia, sea de la dimensión que ésta sea. Es el caso de José María Aznar, quien tardó varias semanas en acudir a Galicia tras el desastre del Prestige y, ahora, el de José Luis Rodríguez Zapatero, que, antes de viajar a China, dejó dicho que ya visitaría más adelante la zona de Guadalajara donde 11 personas perdieron la vida este pasado fin de semana y más de 13.000 hectáreas se calcinaron. Desconozco las poderosísimas razones que han llevado a nuestro presidente actual al país de Mao, de la muralla, de las plantaciones de arroz y de la comida con palillos. Creo, honestamente, que podía haber suspendido ese viaje oficial ante la gravedad de los acontecimientos vividos en nuestro país a lo largo de estos días. Y lo estimo así porque aún se recuerda que Zapatero suspendió otro viaje de similares características a Polonia, a los pocos meses de llegar a La Moncloa, alegando agotamiento físico, que no mental.
Sobre el cúmulo de despropósitos que se concitaron en el incendio de Guadalajara habría mucho que hablar. Da la sensación de que ahora todos se quieren pasar la patata caliente. El ejecutivo central al autonómico, éste a alguna comunidad vecina y viceversa. Esta mañana ha dimitido la consejera de Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha, Rosario Arévalo. Descentralizar competencias está bien para un Estado como el nuestro. Pero ese paso debe conllevar, a continuación, una perfecta coordinación ante este tipo de accidentes. Y eso, posiblemente, es lo que faltó.
Por cierto, ahora que me acuerdo y a todo esto: ¿donde está José Bono?
21.7.05
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