15.10.05

Apestados


En la que todavía se denomina Glorieta de España de mi ciudad, asisto a un emotivo homenaje a las víctimas del terrorismo. Las palabras del orador, afectado en primera persona por la barbarie, se entrecortan por la emoción y los aplausos de los reunidos han de rescatarle del difícil trance. Tras el oficialismo del acto, donde el mencionado portavoz solo tiene frases cálidas y agradecidas, los periodistas le aproximan los micrófonos para que se explaye. Y ahí suelta, como muchos otros, lo que lleva dentro, lo que le recome en sus adentros y le agita:
"En el proceso de bajada de pantalones del Gobierno central ante ETA no se escucha a los ofendidos, a quienes se les considera molestos y se les quitan las subvenciones. En cualquier proceso judicial siempre se escucha al ofendido, lo que no está haciendo el Gobierno con su acercamiento a ETA".
Añade en su lamento que el Ejecutivo ha creado la figura de un "comisario político, un alto comisionado para la discordia", y se refiere con ello al Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, Gregorio Peces-Barba, "que habla de perdón y de dejar que los asesinos salgan de la cárcel, por lo que le decimos: unidos no dividimos, sumamos".
"El acercamiento a los terroristas del Gobierno, que no quiere ver que el Partido Comunista de las Tierras Vascas es la voz de los asesinos en el Parlamento Vasco, nos está diciendo qué es lo que quiere hacer José Luis Rodríguez Zapatero, por lo que las víctimas no deben de estar muy contentas con los ataques que están recibiendo".
En su opinión, "tenemos que aprender de la historia y recordar que tras la amnistía general de 1979 empezamos a enterrar varios muertos al día, a pesar de que el Gobierno de entonces dijo que esa no era la ETA que había amnistiado. Y es que ETA no dejará las armas hasta que consiga la autodeterminación del País Vasco".
Y concluyó: "Si las víctimas del terrorismo se hubieran tomado la justicia por su mano, los terroristas no tendrían hoy las prebendas de que disfrutan y cumplirían íntegramente todas sus condenas en la cárcel".
Quizá no se comparta punto por punto y en su integridad todo cuanto el acaloramiento del acto provocaba en las manifestaciones de este hombre, pero lo que nunca podremos discutir es la congoja y el aislamiento que, durante mucho tiempo, han padecido los que fueron considerados apestados en algunas zonas de España por otros de sus ciudadanos.

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