Hablaba en él de la Cumbre Euromediterránea celebrada recientemente en Barcelona en la que las diferencias entre israelíes y palestinos han desembocado en un código contra el terrorismo frenando en seco una siempre pretendida declaración final conjunta. Escribía Tertsch: "La cumbre no ha sido un hito como pretende Zapatero, pero tampoco una desgracia de la que tengamos que arrepentirnos. Los inmensos riesgos de la improvisación y del "como sea" en política exterior no la hacían del todo imposible". Viene a cuento ese "como sea" por la jugarreta del micrófono abierto que registró la conversación del presidente español y su asesor en política exterior, Carles Casajuana. Ya saben: "Hay que cerrar, hay que cerrar como sea, ¡vamos!", se oye decir a un nervioso Rodríguez Zapatero en referencia a un hipotético acuerdo final y ante lo difícil que lo estaba poniendo la delegación israelí. Los dirigentes de los países árabes convocados habían hecho mutis por el foro porque sólo el palestino Mahmud Abbas vino finalmente a Barcelona. Tertsch menciona unas declaraciones de Rosa Regàs, gran aficionada -según ella misma me confesó hace unos meses- a comer las habas tiernas que produce la huerta murciana: "Tras la espantada de los árabes puede estar la mano negra de Condoleezza Rice", dicen que dijo la actual directora de la Biblioteca Nacional desde su particular oráculo.
Y concluye el artículo mencionado en El País: "El Mediterráneo sigue donde estaba y quienes quieran algo de relevancia política allí siguen necesitando claridad de ideas, firmeza para defender los intereses propios y no ser avasallados y fuerza y cohesión interna para merecer respeto ahí fuera, en este mar cálido pero muy duro".
¡Soberbio!, exclamé apurando mi taza de café con leche. Y socarrón este Tertsch por lo del título de su columna, jugando con el de la serie de televisión cuyo guión responde al espíritu y la pluma de la Regàs.