10.11.05

Un gesto de amor entre la barbarie

Uno no se hace nunca a la idea de lo que puede suponer un hijo hasta que no pasa por la experiencia de ser padre. A pesar de ser éste un mundo como el que es, el corazón sigue sin saber de nacionalidades, razas ni creencias.
Hace unos días, unos soldados israelíes apuntaron su fusil de precisión con avidez. El objetivo, un elemento sospechoso apostado en cualquier calle de la ciudad cisjordana de Jenín. Los disparos de la infantería israelí fueron precisos y certeros. Lo abatieron ipso facto. Se acercaron y comprobaron que habían cobrado pieza. Pero, mira por donde, la sorpresa estaba detrás. Tendido en el suelo, junto al cadáver del activista, yacía la insignificante figura de Ahmed, 12 años, palestino, con heridas muy graves en su cabeza y abdómen. Su crimen: esgrimir un arma de juguete, una imitación del mortífero M-16, con la que pasaba las horas muertas. El tiroteo se produjo el primer día de Eid-el-Fitr, una festividad musulmana en la que los palestinos suelen regalar armas de juguete a sus niños.
El herido fue conducido a un hospital israelí donde lo conectaron a un respirador. Murió por la noche y sus padres accedieron rápidamente a donar sus órganos, con sangre palestina aún caliente, para salvar a tres pacientes israelíes que necesitaban trasplantes de forma desesperada. El padre de Ahmed, Ismail Khatib explicaba que su decisión de donar los órganos de su hijo se basaba en los recuerdos de su propio hermano, quien murió a los 24 años a la espera de un trasplante de hígado. A eso, junto al deseo de su familia de ayudar a otros, independientemente de su nacionalidad o creencia. "No me importa ver los órganos en el cuerpo de un israelí o un palestino. En nuestra religión, Dios nos permite donar órganos a otra persona y no importa quién sea esa persona", decía un lloroso Khatib, quien confiaba en que la donación transmitiera un mensaje de paz entre israelíes y palestinos.
Al día siguiente, tres niñas israelíes -dos judías y la otra drusa- recibieron los pulmones, el corazón y el hígado del donante. Samah Gadban, de 12 años, estuvo esperando cinco años un corazón y los médicos, por fin, llamaban a su familia anunciándole que tenían uno. La niña drusa ya tenía su nuevo corazón y convalecía en un Centro Médico-Pediátrico. El padre de la niña dijo que la decisión del padre palestino de donar los órganos de su hijo era "un notable regalo". "No sé qué decir", agregaba conmovido. "Es un gesto de amor".
Otra niña judía de 14 años recibió los pulmones de Ahmed y otra de 7 años, el hígado.
Israel tiene una escasez crónica de donantes de órganos que muchas autoridades médicas atribuyen a tabúes religiosos judíos. Esos tabúes que para gentes de buen corazón, como los familiares del pequeño palestino Ahmed, se diluyen como azucarillos en el café de la barbarie.

1 comentario:

SkiTheStars dijo...

I have set up a petition to have the Khatib family recognized as "Family of the Year," or for the Nobel Peace Prize. Please sign it at:

www.petitiononline.com/Khatib/petition.html

thanks,

Douglas Keachie