"Todas las personas tienen el derecho fundamental a no pasar hambre". Así se dijo en la última Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Como frase y como declaración de intenciones, vale, qué bien queda.
La verdad es que yo no creo que nuestros ancestros del Medievo nos perdonaran a estas alturas, si nos pudieran ver, que entrado el siglo XXI todavía se mueran semejantes de la hambruna. Maldita la gracia que les haría. Sin duda. Con la riqueza que hay en el mundo y lo mal repartida que está. Vaya porquería de progreso, se dirían.
El hambre, en la época de Internet, la televisión digital y los satélites, se ceba, como siempre, con los más débiles. Según la FAO, unos seis millones de niños -el equivalente a la población preescolar de Japón- mueren cada año porque sus sistemas inmunes están debilitados por el hambre y la malnutrición, lo que les hace incapaces de superar enfermedades infecciosas curables como la diarrea, el sarampión o la malaria.
La denuncia está contenida en el último informe sobre el estado del hambre en el mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Reducir el hambre y la pobreza extrema para 2015 es el primero de los objetivos, que los gobernantes de 189 países se comprometieron a cumplir en la Cumbre de 2000 y que incluyen además el acceso a la educación, la igualdad de género, la lucha contra la mortalidad infantil, el Sida y otras enfermedades, la mejora de la salud materna o la sostenibilidad medioambiental.
Las noticias más alentadoras en este sentido provienen de América Latina y el Caribe, la única región en desarrollo que ha reducido el hambre lo suficientemente rápido desde 1990 como para alcanzar la meta establecida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Asia y el Pacífico también tienen "buenas posibilidades", indica la FAO, mientras que las malas noticias vienen, una vez más, del Africa subsahariana, donde el hambre disminuye "muy lentamente".
La FAO hace hincapié en que la lucha por eliminar el hambre se ganará o se perderá en las zonas rurales, donde viven tres de cada cuatro personas en el mundo que sufren hambre. En estas regiones residen la gran mayoría de los casi once millones de niños que mueren antes de cumplir los cinco años, de las 530.000 mujeres que fallecen durante el embarazo y el parto y de los 300 millones de casos de paludismo agudo.
Albert Einstein decía que la palabra progreso no tenía ningun sentido mientras existiesen niños infelices. Lo que debemos preguntarnos a estas alturas de viaje es qué hacen nuestros gobernantes y qué hacemos cada uno de nosotros por evitarlo.
22.11.05
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1 comentario:
Me parece excelente este articulo pues tienes mucha razon, y el blog es muy bueno, felicidades!
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