25.11.05

Una de bomberos

Hay una serie de televisión, que sigo de forma intermitente en Canal Nou, sobre las vicisitudes de unos bomberos de Nueva York. En el capítulo de esta semana, uno de los protagonistas llega a casa de su tío para visitarlo y se encuentra con una sorpresa morrocotuda. El tío y su propio padre, septuagenarios ya y bomberos retirados, andan enzarzados con dos mujeronas de la buena vida pertrechados de una neverita de estas de hotel en la que se contienen decenas de botellitas de distintas bebidas alcohólicas, como las que te sirven en un avión o en un tren. El hijo, entre sorprendido y estupefacto, pregunta al padre qué es lo que está haciendo. Éste le responde que divirtiéndose. Cuando el vástago vuelve a incidir sobre los motivos de la actuación de su progenitor, el anciano responde algo así: “Mira hijo. He estado 47 jodidos años casado con tu madre. Hemos tenido seis hijos. Sólo tuvimos sexo en nueve ocasiones. Para engendraros, una vez por Navidad y en otras dos ocasiones que prefiero no recordar. Me he pasado la vida, con tu tío, jugándome el pellejo, apagando incendios y sacando la familia adelante. Para lo que me quede que estar en éste mundo, prefiero pasármelo bien con un poco de juerga de vez en cuando”.
Toda una lección de filosofía terrenal. Hay un refrán un tanto malsonante que, llegado el caso, puede venir que ni al pelo: “Para lo que me queda en el convento, me meo dentro” que dijo aquél. Sin embargo, y por contraste, si hacemos caso al clásico, reflexionaremos con él: “Cásate; si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para un hombre”. Lo dijo Sófocles hace muchos años. Más de 400 antes de Cristo. Y qué poco ha cambiado el mundo para algunas gentes.

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