El ladrillo es lo que manda. Y el: “Y tú, más”, también. Andan gobierno y oposición en mi región, la de Murcia, tirándose los trastos a la cabeza por causa de los vaivenes urbanísticos. Que si pelotazos por aquí, que si chanchullos por allá. La caja de los truenos está últimamente focalizada en la localidad costera de Águilas, con la recalificación de unos terrenos en un paraje denominado La Zerrichera, en la sierra de la Almenara. Esta finca tiene una extensión de unas 253 hectáreas –más de 2´5 millones de metros cuadrados- y está catalogada como Lugar de Interés Comunitario y Zona de Especial Protección para las Aves.
Alegan los socialistas que en un paraje protegido no se puede urbanizar porque así lo respaldan la ley del suelo, la legislación medioambiental y la normativa de la Unión Europea. Replican los populares que sí y que, en todo caso, deben compatibilizarse la conservación del terreno con la propia urbanización.
Tiempo atrás, un grupo inversor pretendió cambiar la catalogación de la zona dirigiéndose al Parlamento Europeo. Quieren construir allí unas tres mil viviendas, un hotel y su correspondiente campo de golf. La cámara legislativa comunitaria contestó que sólo los Estados-miembro tienen capacidad para hacerlo.
Pocos días después, el ejecutivo autonómico murciano optó por solicitar, vía Ministerio de Medio Ambiente, la reclasificación de unas 30 hectáreas de esa zona -otras fuentes hablan de algo más de 40- ya que en ellas se llevaba a cabo un cultivo intensivo de lechugas que quedaba fuera de lo que se da en llamar Lugar de Interés Comunitario. Los ecologistas se preguntan si, a lo largo de estos años, se ha hecho la vista gorda a las roturaciones en la zona para incrementar la superficie de regadío.
Los socialistas amenazan con llevar el tema al fiscal anticorrupción. E Izquierda Unida se plantea, incluso, llegar con el asunto hasta Bruselas.
Otros casos salpican estos días los dimes y diretes de alcaldes y concejales. Localidades como Lorca, Jumilla, Alhama de Murcia, Totana, Los Alcázares, Fortuna o Campos del Río, por poner solo unos ejemplos, esperan como el maná la llegada de la paleta, el cemento y el ladrillo con la mirada puesta en esos potenciales inmigrantes que no llegan a nuestro país precisamente en patera, sino en vuelos-charter.
Pero la pregunta que se me antoja a estas alturas puede ser ésta: con todo lo que se avecina, ¿será sostenible una Región que, a la vuelta de unos años, podría doblar su población actual? Yo, al menos, no lo sé.
18.11.05
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